domingo, 23 de marzo de 2008

LA BATALLA MÁS DIFÍCIL


Standstill. Vivalaguerra

Es estupendo que mis tres próximas críticas estén dirigidas a la música nacional, un territorio en el que (con pequeñas excepciones) yo no me movía con comodidad. Y es que es difícil, si no te gustan Los Planetas ni Maga, encontrar algo en el panorama actual que no suene a estas dos formaciones. Por eso, cuando fui al concierto de Standstill el pasado Febrero, este grupo con diez años de existencia pero totalmente nuevo para mí me dejó boquiabierta desde el mismo momento en que empezaron a cantar. ¡Aquello no sonaba a las voces detestables de Los Planetas y Maga!

Así empezó mi proceso de abducción: las voces directas, hirientes, polifónicas, que a veces me recordaban a la seca pureza de un cantautor, otras veces al hardcore del que proviene la banda, pero que principalmente me dejaban sin referencia más allá de lo que estaba escuchando: voces absolutamente personales, vírgenes y capaces de achicarse hasta el lamento más delicado y sensible para, acto seguido y sin transición, aullar de dolor y sonar rabiosas y reivindicativas. Esto en cuanto a la voz; la música que la acompañaba me dejaba igualmente estupefacta: ¿a qué sonaba aquello? Una vez más me quedaba sin otra cosa más que vagas referencias: del indie más frágil al metal más potente. Y, lo que es más, la formación presentaba, no sólo voces y música inauditas, sino letras trabajadas, agudas como cuchillos, desoladas o cargadas de energía, letras que, al escuchar detenidamente su último disco (Vivalaguerra), descubrí redundantes dentro del álbum, apareciendo reiteradamente en distintas canciones, unidas por esas frases y conformando un disco redondo en todos los sentidos, cruzado por un hilo común tanto lírico como musical. ¿Cuál es, pues, ese centro corazón cordón umbilical del que parte el territorio venoso unas veces desaforado y doloroso, otras vibrante de alegría, cargado además de un sentido de la ironía feroz o refrescante, según el momento, que recorre todo ese organismo único que es este Vivalaguerra?

Yo diría que en el propio título del disco está la respuesta: Standstill siguen tan combativos como en sus inicios (“Progress Self-destruction”, 1996; “The Tide”, 1997; “The Ionic Spell”, 2001, mejor disco del año según las publicaciones Mondo Sonoro y Rock Sound; “Memories Collector”, 2002, también considerado disco del año, “Standstill”, 2004) pero ya entonces reivindicaban para sí salir de la etiqueta del hardcore y poner un nombre propio a su criatura musical. Hacemos “emocore”, decían, y no hacía falta que dijesen nada: allí estaba esa mezcla de música “gritante” con delicadas emociones súbitas, allí esa explosiva combinación de euforia y recogimiento, rebeldía y dulce lamento, subidas y bajadas de intensidad, emocional y emocionante: como un electrocardiograma febril y arrítmico, como un corazón que, fuera de modas, estuviese realmente vivo.

Ahora, en su último disco, valiente desde su nacimiento, pues está autoeditado, esta montaña rusa que es la vida con su rutina cotidiana (“platos, cucharas…la mañana ya llegó, hoy puede ser un gran día”, reza una de sus canciones), aparece como el único monstruo al que retar, la única epifanía a la que amar. La batalla, pues, se ha ido volviendo íntima y se ha vestido de diario, el idioma mismo se ha acercado al hogar (dejan de cantar en inglés y nos hablan en un castellano familiar y directo).
El combate que es, pues, “Vivalaguerra” resulta cada vez más claro, más cercano, más crudo y real, a la vez que humilde: no es otro que el de despertarse por la mañana inaugurando un nuevo día imperfecto. No suenan cornetas ni se hinchan banderas. Pero la batalla está ahí: “que silben los champús, que salten las tostadas…requemadas, repiquen las ventanas…mal cerradas, ondeen… nuestras sábanas, también manchadas”. El poder máximo que se puede gritar en este patio de vecinos es “Yo soy el presidente de la escalera”, y el “ciudadano” de este disco, como mucho, puede salir “como un rey…a su terraza”. El soldado de Standstill mira al suelo y su contrincante al cielo (“vaya duelo”, dicen irónicamente) y el frente está en la propia mañana construida a diario y envuelta, tras las paredes, de “aire” (otro elemento reiterativo, esta vez liberador, en el disco). La vida irrumpe en cualquier momento de la forma más inadecuada y tempestuosa (“Romper un silencio así no tiene perdón” es, además del lema que corean los fans de Standstill, parte de la canción titulada “¿Por qué me llamas a estas horas?”, algo que todos tenemos que reprocharle a la vida cada mañana). El tono del disco es imperativo y nos pide no volver los ojos a la realidad a veces dura con lo que más queremos (“Mira a mamá sin suerte”, repite la segunda canción del álbum), pero ante esta única vida que tenemos hemos de permanecer de pie todavía, como el mismo nombre del grupo pide, como ellos en estos diez años de música que pelea en la más difícil y más hermosa guerra: la de nuestro día a día.

Escuchando este magnífico LP y estando dentro de la misma batalla que ellos sólo podemos acabar pidiendo que ésta que nos da de llorar y reír no acabe nunca. Así pues, permanezcamos erguidos (soldaditos en formación) y sigamos gritando: ¡VIVA LA GUERRA!
Por Inesa/Azúltima

4 comentarios:

Anónimo dijo...

a mí este disco también me deja sin adjetivos ni referencias. a veces incluso me lleva a bandas españolas de los setenta como p.e. crag. me fascina y descoloca a la misma vez.

ahora, lo que no sé si perdonarte es que pongas al mismo nivel a maga que a los planetas. no hay comparación posible ¿a pesar de la voz de j?.

Anónimo dijo...

Ay, yo me refería al modo de cantar. No me gusta ni la voz del cantante de Maga ni la de J. De hecho, aunque a veces me gusta la música de Los Planetas, simplemente no trago esa voz. Son manías que tiene una!

manolodominguez dijo...

ahí sí que es verdad, la voz del de standstill no tiene nada que ver con la de estos.

pero los planetas son mucho planetas.

Anónimo dijo...

pues a mi esta gente no me entran, no, no... lo siento