lunes, 10 de marzo de 2008

LOS CHICOS INTELECTUALES



TINDERSTICKS II


1995, el final de la época dorada de la música ‘indie’. Todo se ha inventado ya. Solo queda que la electrónica se repita hasta la saciedad y que cada grupo nuevo ‘suene a…’. Por supuesto que aparecerán geniales bandas, pero ya nada será lo mismo. Claro esta que en ese año no sabíamos nada de todo esto. Y entre los albores tardíos del post-rock, los acordes fáciles y el glamour(¿?) del brit-pop, el ocaso del shoegaze (del bueno, no lo de ahora), la guerra Blur-Oasis, el fracaso del grunge y los éxitos en la pista de baile aparece el segundo álbum, sin título, de una banda llamada Tindersticks: un violinista sin formación académica capaz de dirigir una banda de cuerda para hacer los arreglos, un guitarrista sin afán de protagonismo que toca la clásica sin correa, un batería con cara de no haber roto un plato, un teclista y un bajista que se deslizan por las canciones llevándote con ellos sin que te des cuenta y el cantante de la voz grave, suave, imposible, que te mece en tu sillón imaginario (por que tindersticks se escucha sentado en tu sillón, ese que prefieres para escuchar tu música). Esta panda de chavales editó este año uno de los últimos grandes discos de esa época dorada, la que va desde el 85 al 95, y sin duda uno de los mejores e imprescindibles de los 90.


No voy a hablar de influencias por que no tengo ni idea de qué influencias tienen, ni me importan, os digo que es uno de los grupos más personales que puedes escuchar. Se podría decir que hacen una música bastante clásica, ya que se conduce mayormente por un piano, bajo y violines, sin distorsiones, guitarras en segundo plano, a pesar de ‘el diablo en el ojo’, el primer corte, donde encontramos uno de los mejores inicios de disco a través de esas disonancias que comienzan a envolverte poco a poco hasta meterte en el disco. Eston chicos destilan sobre todo austeridad y elegancia en cada canción. Temas orquestados a la perfección, que en alguna ocasión estallan en forma de trompetas y violines. Despues te sorprenden con un tema guiado tan solo por un bajo y un teclado, como su tema más conocido ‘no more affairs’. Pero sin duda el aspecto más característico es la increíble voz de Stuart Staples, sus melodías fuera de la escala posible para el humano, una voz deudora quizás del mejor Leonard Cohen. Una voz que narra a la perfección las historias más cercanas a la literatura inglesa que al mundo de la música. Tindersticks II, así se butizó el álbum, es un disco invernal, suena a ver nevar y a melancolía, a whisky añejo, a la barra de un café de madera y un cigarrillo humeando a contra luz.


santeuil



Lo mejor: el dueto con Carla Torgesson, de los Walkabouts en 'travelling light', un temazo donde se compenetran a la perfección.

Lo peor: quizás un exceso de duración



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