Aquella canción se tituló Arponera y la Cristina que hacía la colada se apellidaba, al igual que hoy, Lliso. Todavía hay gente estúpida que la comparan con la de Presuntos Implicados.
En medio de la frivolidad de la movida madrileña, una pandilla de medio puretas hacían eso que se suele llamar –casi siempre despectivamente- "música adulta". No eran profesionales ni seguían moda alguna, aunque sonaban elegantes y sofisticados. Tampoco dieron muchos conciertos, porque pasaban de las trabas de la industria, así que se juntaban, simplemente, para pasárselo bien.
Después de un par de EP’s y algún que otro single, los componentes de Esclarecidos (Cristina, Fernando, Nacho, Coyan y Alfonso) fundaron Grabaciones Accidentales (GASA), una compañía discográfica independiente en la que publicaron este Esclarecidos 2, allá por 1985. Aunque en algunas webs dicen que el título del disco es la continuación de un minielepé de 7 canciones, lo cierto es que no recuerdo (siempre escribo de memoria) haber oído hablar nunca de ese supuesto Esclarecidos 1. Sí recuerdo que cuando salió este "2", hubo quien bromeó en las radios precisamente con la inexistencia de una primera parte (algo que se solía hacer mucho: el primer disco de Toreros Muertos se llamó 30 años de éxitos, por ejemplo).
GASA dio el pelotazo con el Canciones de Duncan Dhu, pero eso no impidió que sus dueños siguieran haciendo música a su bola ni, sobre todo, que sacasen un catálogo de obras variado y alternativo, desde inventos pseudo new age como Finis Africae, hasta discos de música hecha con papel o versiones raras de las gimnopedias de Erik Satie.
Hasta Esclarecidos 2, en mi mesita de noche sólo había libros, así que estas diez canciones se convirtieron en el primer disco de cabecera en mi vida. Luego vinieron otros discos, desde el Armarios y camas de La Dama Se Esconde hasta el Termitas de Pauline en la Playa o el último de PJ Harvey. La culpa la tuvieron cuatro cortes: Miles, Miles, Miles (dedicado al jazzman), Arponera, Recorrerá su piel y En plan velas. La culpa, también, la tuvo la impresionante voz de Cristina Lliso, nada perfecta porque, es cierto, cantaba como si estuviera tendiendo la ropa (la anécdota que he contando es rigurosamente verídica). La culpa, por último, la tuvo un sonido proveniente de la música de las verbenas, aires renovadores y revolucionarios de la época, y producción cutreperfecta de Paco Trinidad.
De Esclarecidos 2 se vendieron unas 5.000 copias y fue una de las referencias obligadas de los críticos de la época. Mezclaban el jazz, la bossa nova y el pop con letras misteriosas (en este disco, Bajo la nieve, marca de la casa, que se repitió en posteriores trabajos), fraseos casi indescifrables (Saxofon Night Club) y tintes humorísticos (Él dormía en un fotomatón).
Grupo de culto, líneas memorables como las que consiguieron aquí con Arponera (canción emblemática que aparece en todas las listas del mejor pop de los ochenta) o con Un agujero en el cielo (título de un posterior recopilatorio), tuvieron continuidad en otros temas sus siguientes discos: Por amor al comercio ("Por amor al comercio voy a cruzar ese puente / Por amor al comercio voy a cuidar de este dolor"), No hay nada como tú ("Espero que el parador no cierre los inviernos" o "Yo no sé qué haré / Me vendaré el corazón") , El tren azul, De espaldas a ti… en todas estas hay siempre palabras dignas de la mejor poesía.
Con el tiempo, Esclarecidos fueron pasando por diferentes etapas hasta que, influenciados (esta vez sí) por el más ruidoso Brian Eno, dieron un puñetazo en la mesa con La fuerza de los débiles, donde los loops, las guitarras y la música de baile sirven de colchón sonoro a unas letras durísimas: las grúas se convierten en hachas, los mimos del Retiro se suicidan, Mel Gibson sonríe mientras las palomitas de maíz se convierten en moras…
Lo último de ellos, o de lo que quedó de ellos, se llamó Lliso. Cristina y su hermano Nacho, Suso Sainz, Corcobado, música experimental… y, como siempre, yendo por libre.
Videoclip de la canción Apostar