miércoles, 6 de febrero de 2008

MÚSICA PARA UN INTERMEDIO


David Byrne - The Knee Plays

Hablar de David Byrne suena un poco a tarea de Lobatón en Quién sabe dónde. Y no porque Byrne hubiera desaparecido del mapa, sino porque progresivamente se ha ido metiendo en proyectos más excéntricos y desconocidos. De hecho, mil años después de que su nombre dejara de relacionarse con los de Talking Heads o Brian Eno (o sea, cuando se lo tragó la tierra), volví a acordarme de él cuando lo vi dibujado en un episodio de los Simpsons. Y en el 2007 ha vuelto con un disco que ya fue publicado hace siglos en vinilo y que ahora aparece por primera vez en CD. Un álbum que, cual Richard Gere, ha sobrellevado la mar de bien el paso del tiempo.

La historia de este CD es el siguiente: Había un señor llamado Robert Wilson que quiso hacer una ópera en 1985 con el título de CIVIL WARS y con la música del divino Phillip Glass. La misión de David Byrne (que ya tuvo valor para meterse en un proyecto en el que forzosamente iba a ser eclipsado por Glass) era ponerle música a los entreactos que conectaban las escenas importantes de la ópera y durante los cuales las sopranos y los tenores aprovecharían para los cambios de vestuario. Los entreactos estababan conectados a su vez entre ellos y, lejos de ser piezas jocosas en plan entremeses, contaban una historia muy surrealista: De cómo un árbol se convierte en un barco, después en un libro y por último vuelve a ser un árbol.

Byrne decidió que la música que iba a componer para los entremeses debía tener aires japoneses. Probablemente, el hecho de que por aquel entonces estuviese casado con una nipona (cosa que ya no: se divorciaron hace poco) tuvo algo que ver. El caso es que ni cortos ni perezosos hicieron las maletas y tiraron para el país del sol naciente a ponerse morados de kabuki. El kabuki es el teatro tradicional japonés al que, por cierto, fui una vez; Aparte de parecerme muy colorido, muy maquillado e impenetrable (esto último porque estaba en japonés), me gustó mucho. Y aunque Byrne dice que su obra bebe de las fuentes del kabuki, no sé yo qué fuentes son esas. Creo que la relación empieza y acaba en el uso de percusión; Y a lo mejor también en que tanto los nipones como nuestro David huyen de las melodías, de los estribillos y de cualquier ramalazo pegadizo como si de la peste se tratara.

El caso es que después del baño japonés, Byrne volvió a USA y acabó de pulir el producto en compañía de unos músicos de jazz. El resultado es una sucesión de trompetas, saxofones y tambores que huele a todo menos a kabuki. Entre otras cosas, recuerda a Nueva Orleans, a carnaval, a gospel, a Mardi Gras (que, por cierto, fue ayer), a la película Cabaret y a Michael Nyman. Por cierto, que en este disco Byrne no canta, sino que recita frases incoherentes que para nada tienen que ver con el guión de los entreactos (lo que refuerza el carácter surrealista de la obra). Y lo hace con una voz que recuerda a la del otro David con las mismas iniciales (Bowie).

Por cierto que la ópera jamás llegó a representarse por falta de fondos. Así que lo que se hizo fue representar el trabajo de Byrne como una obra independiente, un proyecto que no tardó mucho en esfumarse (como después lo haría el propio Byrne). Y ahora, más de 20 años después, aparece en CD la banda sonora de aquel acto fallido. Y aunque me parece un disco muy chulo, también creo en el dicho de “Sol de invierno sale tarde y pónese presto”. Es demasiado arty para dejar huella y, tal como dice una de las canciones de este disco, “In the future there will be so much going on that no one will be able to keep track of it”. Y yo añadiría que no sólo en el futuro, sino en su mismo presente.


- Por José Manuel Pozo



Lo mejor del disco: Las canciones 1 y 12 (Tree e In the Future)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

lo que se aprende contigo hijo!!!!

Anónimo dijo...

ópera, kabuki,menudo nivelazo cultural!

Anónimo dijo...

¡Super a favor de David Byrne y su voz marciana!