viernes, 15 de febrero de 2008

Los desiertos son las playas del futuro


Radio Futura: La ley del desierto / La ley del mar

La ley del desierto es el agua. Pero ¿la ley del mar? No es la tierra ni el barco, sino el metal, una temible vibración del espíritu: la voluntad del capitán Ahab, tendido como un arpón hacia adelante, la luz del abismo que atrae a los cuerpos. Herman Melvile, Moby Dick: "La locura humana es a menudo una cosa astuta y felina. Cuando se piensa que ha huido, quizó no ha hecho más que adoptar otra forma silenciosa y más sutil". ¿Por qué el sueño de aventura adolescente se transforma tan pronto en rigidez, y el amor en usura?


A ver cómo te lo explico. En los ochenta, la gente que amaba la música despreciaba lo que se hacía entonces y sentía nostalgia de las gloriosas décadas anteriores: unos añoraban los 70 (lo auténtico era la psicodelia y el rock sinfónico), otros los 60 (Rollings vs. Beatles) y los más recalcitrantes aún miraban más hacia atrás. También había miradas como las de Neil Tennant (Pet Shop Boys), quien auguraba un siglo XXI en el que nadie recordaría aquella década como la de U2, sino como la de Human League. Luego, vueltas que da la vida, vino el tecno de Zooropa, la versión dance de Where the Streets Have No Name y tal…

En España, la cosa iba por la movida y uno de los temas recurrentes era decidir si el mejor disco de pop nacional de todos los tiempos era La Ley o De un país en llamas, ambos de Radio Futura. Y también, si el Música moderna se podía considerar o no el primer elepé de los Auserón y cía. Luego, hasta que se disolvieron allá por el 92 (a mí me pilló trabajando en la Expo y la noticia cayó en mi oficina-tienda como una auténtica bomba), no hubo nuevo trabajo discográfico de este grupo que dejara indiferente. Y siempre la misma discusión: que si era mejor o no que el anterior, que si tenían que tirar por Cuba o volver a Roxy, que si se habían vendido o seguían siendo los mejores y los más inquietos… y así.

El disco más blanco de Radio Futura no apareció en el ranking del Especial 20º aniversario de Rockdelux, que se decantó por el tercero (¿segundo?) ubicándolo en el número 14 de lo mejor de la música española de todos los tiempos. Pues bien, mi opinión es esta: si tuviera que hacer una lista exclusiva sobre el pop-rock de nuestro país, es decir, excluyendo cantautores y flamenco, La ley del desierto / La ley del mar debería estar entre los dos primeros.

Hubo una chica que basó su tesis doctoral de fin de carrera en este disco. Estudiaba filología. Ya sé que esto puede parecer anecdótico, pero no lo es, como tampoco es anecdótico el hecho de que una de las caras del disco se titulase La ley del desierto y la otra La ley del mar. Ni que en la funda interior del disco hubiese una cita de Moby Dick. Todo encaja, todo tiene algo que ver, todo forma parte de un concepto en el que es imposible desligar el sonido de la palabra. Lejos de intentos pseudofilosóficos e inconexos, como los que puso en boga El último de la fila (con todos mis respetos: ellos también hicieron buenos discos), bastaba escuchar Tormenta de arena para saber que nos encontramos en el anverso de una moneda en la que, justo por las antípodas, tiene que aparecer necesariamente En Portugal. Todo eso, y al mismo tiempo, sin desconectarnos de la redondez de un ventilador que irradia calor y brisa marina, que se mueve por las dunas y por las olas, que contiene misterios, piratas y tesoros, asuntos turbios, viajes y pateos sobre el asfalto ardiente… en definitiva, un auténtico manual de sensaciones que te trasladan adonde quiera y al ritmo que quiera llevarte.

¿Que no? Haz las siguientes pruebas: pon Un africano por la Gran Vía y dime ¿no eres tú el negro que camina? ¿no notas la cadencia de sus/tus pasos? Ahora cambia a La ley (bang bang, hey hey) y dime ¿no sudas por miedo a perder el duelo? ¿acaso no te sientes como el malo de un spaguetti western a punto de ser abatido por Clint Easwood?

Diego A. Manrique reprochó algunos defectos a La Ley. Con cariño, lamentó que la versión instrumental de Escuela de calor no daba la talla y que Una historia de play-back salió en vinilo mucho más endeble que en los directos. Puede ser una interpretación certera, porque estos temas fueron grabados por los Auserón (Santiago y Luis), Enrique Sierra y Solrac Velázquez después de decenas de exitosas actuaciones por todo el país entre 1981 y 1983. Es, por tanto, una producción discográfica ligada a la experiencia de los escenarios y de un público que había memorizado las canciones sólo de oírlas en el Diario Pop y de pasarse las maquetas de boca en boca.

Yo sólo los vi una vez, justo después de salir De un país en llamas, en un concierto donde no habríamos más de 300 personas, y lo que recuerdo de aquello es que tuve la intuición de hallarme ante algo irrepetible, algo que rememoraría muchas veces a lo largo de mi vida. Hoy, acordándome de esto, también he recordado que quienes entonces echaron pestes de la música de los ochenta son los mismos que ahora dicen que como aquellos años no ha habido nada y que lo nuevo es pura basura. Se equivocaron entonces, llevan más de veinte años equivocándose y, según creo, también se equivocan sobre el ahora. Sus Alan Parsons y sus Mike Oldfield son los Manolo Escobar y Juanito Valderrama de sus padres.

Por Manolo Lay

Lo mejor: pese a que todas las canciones tienen unas letras excelentes y el sonido/melodía son frescos y potentes, la canción que hace referencia al título (La ley) es, probablemente, la canción más emblemática de la historia del pop hispano.

Anécdota: unos años después de este disco, en una tertulia radiofónica, dije lo que acabas de leer con esta pregunta: ¿Alguien es capaz de decir, hoy en día, que La ley no es la mejor canción pop hispana de la historia? Otro tertuliano me respondió: "Sí, yo: Cruz de navajas es mejor".



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